20131124

la colilla

"Esas sensaciones grandes y pequeñas, de las grandes y pequeñas cosas, esas sensaciones de dulzura y no dulzura..."

No se puede consentir, 
una colilla abandonada, 
húmeda, 
tan usada, 

habiendo pasado por boca de viejos verdes, 
de señoras de labios demasiado rojos y canas en violeta, 
de jóvenes borrachos a punto de vómito, 
y niños que recogen del suelo aquello que ven, 
sólo por aparentar, 

una colilla desencajada, 
a medio deshacer, 
demasiados labios, 
demasiadas bocas, 
lenguas que se relamieron sobre ese papel ocre, 
lenguas de sabores amargos,
dulces hasta el asco, 
lenguas ásperas y desiguales, 
suaves como la seda, 

de labios finos y amargados, 
de los que miran hacia el suelo, 
de labios gruesos, 
generosos y fundidos en un beso o dos, 


no se puede consentir, 
una colilla a la deriva del tiempo, 
navegando un charco cualquiera, 
esperando un rescate que no llega, 
unos dedos que la vuelvan a sujetar, 

tan dejada, 
tirada y mil veces sucia, 
esperando el siguiente chaparrón, 
el que le haga saltar a otro charco aún más profundo, 
que si el rescate no llega al menos pueda hundirse, 

quedar ahogada y fundida en agua y barro, 
sin importar las botas de tacón de aguja sobre ella, 
sin importarle los naúticos de los veraneantes, 
ni los tenis de esos que quieren seguir siendo jóvenes a sus cincuenta, 
sin importarle dejar trocitos en el asfalto, 

con todo por hacer y nada hecho, 
que sabe que es mejor que quedar siempre a la espera del rescate, 
morir poco a poco, 
entre recuerdos de todos esos dedos amarillos, 
olor a tabaco y perfume, 
vacío de tabaco, 
que se lleve el tiempo su tiempo.

antonioaa

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