20110201

que los lobos no son malos

"reflexiones acerca de lo que significa dejar de huir, de lo que significa ser parte de la realidad que uno ha ayudado a construir; eso y el enfado por tanto juez ignorante que se atreve a poner carteles de buenos y malos allá por donde van..."

Procuro no mentir más de lo estrictamente necesario, 
con el viento de finales de enero se me ve el plumero, 
y con vergüenza aparezco entre la niebla, 
con un libro de cuentos escondido bajo la camisa de rayas, 
una mano sobre el estómago y otra en el bolsillo, 
sintiendo el frio de las llaves de casa, 
son mis oraciones de preparación contra el mal del miedo, 

provisto de mis seguridades, 
provisto de mis decisiones, 
contando mentiras sedantes, 
acompañadas del deseo de un cohiba en el salón, 
un helado vodka y lima con menta (esto aún no lo probé), 
afincado al suelo, 
anclado al fondo de un mar en calma, 


ondorioak

sediento de abrazos pequeños y risas pequeñas, 
y cada vez que se esconde el sol contar una de mis historias de mentira, 
de verdad difusa y confusa, 
lobos que no son malos, 
sólo tienen hambre y viven en casas prefabricadas, 
con hipotecas que pagar y cerditos que no quieren abrir las puertas, 
ni prestar un poco de su dinero, 
ni compartir un poquito de su calor, 
contar que no son malos los lobos que se quejan como cantaores, 
que sólo reclaman su derecho a vivir en paz, 
que quien habla tanto de maldad debiera hacérselo mirar, 

procuro no mentir más de lo aconsejable, 
si en algo soy experto es en mover las manos así, 
y con tres pases de izquierda a derecha, 
dibujar líneas luminosas de confusión entre la realidad y la ficción, 
entre lo que yo deseo y lo que los demás ignoran, 
sorbo helado calada dulce, 
qué bueno eso de estar en casa siendo uno más de la manada...

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