20111015

Casi cuarenta

"No hay mucho que decir, el alcohol, eso es todo..."

Son casi cuarenta años, 
recuerdo un coche y una bolsa de sellos antiguos por Navidad, 
recuerdo un viejo piano, 
que debió de ser nuevo entonces, 
paseo llevando anclas, 
camisetas indecorosas, 

recuerdo no entenderte cuando hablabas, 
maldita sea, 
te recuerdo entrar por la puerta de casa a la noche, 
y el olor, 
y los ojos vidriosos, 
los recuerdo amarillentos, 
como las escenas, 
escenas de color ocre, 
alumbradas por la lámpara de araña de color ocre, 


os oigo discutir, pelear, 
escondido bajo las sábanas, 
jugando a ser un avestruz, 
entre lágrimas, 
no veo, no oigo, no hablo, 
detrás de la puerta de mi habitación, 
noche sí, noche no, 
sin preguntarme si tendría un final, 

recuerdo lágrimas y el caos, 
disfrazado de confusión, 
de la confusión de un niño que dejó de ser niño, 

recuerdo los Sábados a la hora de comer, 
grabados en la piel, 
inquietando mi nuca, 
recuerdo ya son más de las dos, 
recuerdo el miedo, 
y el ruido de las llaves, 
sentados en la mesa, 

aguanta ama, 
aguanta que pronto pasa, 
al acabar la comida pasa, 
casi en silencio los mejores días, 
recuerdo el olor, 
y los ojos vidriosos, 
los recuerdo amarillentos, 
como las comidas de los Sábados, 

y la lucha, 
las discusiones, 
recuerdo mi comprensión, mi confusión, 
el trabajo de ir construyendo una pared, 
alta y fuerte, 
contra tempestades, 
tormentas y torturas, 


son casi cuarenta años, 
y aún recorre mi sangre, 
como si hubiese ocurrido ayer, 

casi cuarenta años, 
odio la Navidad, 
las fiestas y fechas de guardar, 
te recuerdo sin entender lo que decías, 
acorralado y lanzando zarpazos a izquierda y derecha, 
derrotado y envuelto en un manto de olvido, 
recuerdo mi odio, 
la vergüenza y la confusión, 
decidiendo en un tablero si juego a negras o blancas, 

sin encontrar salida, 
sin creer en ella, 
temiendo la siguiente, 
y la próxima, 
y día tras día, 
y noche tras noche, 

recuerdo quererte, 
recuerdo no entenderte, 
y recuerdo odiarte, 
consciente de que el culpable nunca viaja solo, 

recuerdo la frustración, 
y siempre, siempre el miedo, 
el temor al día siguiente, 
aislándome más y más, 
tras un muro de indiferencia y soledad, 
construyendo mi realidad, 
tras un muro alto como una montaña, impenetrable, 

recuerdo tras cuarenta años, 
sin comprender hoy cómo pudo ser, 
cómo levanté semejante pared, 
atrincherado en la trinchera de mi habitación, 
rodeado de mis libros, 
de mis casettes, 
de mi ficción de no estar allí, 
cómo aprendí a cerrar los ojos de dentro, 

son casi cuarenta años, 
y hoy te doy las gracias por el valor, 
por volver a abrir las ventanas, 
por echar a los fantasmas que vivían debajo de mi cama...

antonio alza albistur

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